EL AGUILA QUE SE GOLPEABA CONTRA EL CRISTAL

Erase una vez un águila que vivía en el techo de un edificio de oficina. Cierto día llegó ahí y se quedó. Salía a dar la vuelta y a cazar pero terminaba regresando al techo del alto edificio. La gente del edificio le dejaban comida, llamaban su atención y el ave se acostumbró y convirtió el techo en su casa.

No es usual que un águila viva en un edificio decía muchos. Lo consideraban una señal de protección. Hasta cierto día apareció en las redes sociales y le pusieron un nombre, Paco el águila. Había pasado un tiempo y deciden hacer unas remodelaciones al edificio y cuando se iniciaron sin querer corrieron al águila. Las remodelaciones duraron varios meses porque incluyeron trabajos internos y en la fachada. Le colocaron cristales y quedó como un edificio moderno. Al cabo de varios meses más alguien creyó avistar a un ave. Era el final de una tarde de invierno y no alcanzó a definir con claridad. Un fin de semana se escuchó que algo chocó con una de las ventanas de los pisos más altos. Los empleados de mantenimiento fueron a ver y qué sorpresa se llevaron, era un águila que se había estrellado con la ventana. Alguien recordó al antiguo huésped que habitaba el techo y que ahora era un piso que tenía ventanas. Intentaron agarrarla pero el ave salió volando. Pasaron varias semanas y se volvió a escuchar que algo se estrellaba con una ventana. En esta oportunidad era un día de semana. Todos se asomaron a ver. El águila iba directamente al cristal pero no entendían por qué se lastimaba. El señor Juan que la había visto llegar al techo la primera vez dijo, ella no puede ver que no está el techo. Justo donde se estrella, estaba un techo. Después que se golpee varias veces se dará cuenta que el techo ya no está. Como el águila, a veces solo vemos lo que creemos y esto está en la mente. Tenemos que golpearnos varias veces para darnos cuenta. Cada golpe deja una cicatriz en señal de que nos dimos cuenta.